Del 22 al 24 de febrero de este año tuvo lugar en la Ciudad de Austin, Texas, la Conferencia “Revoluciones Alimentarias en América Latina. Nuevas perspectivas sobre el sistema alimentario contemporáneo en América Latina” (https://sites.utexas.edu/lozanolongconference/), que contó con la presencia de magníficos expositores como Miguel Altieri, Humberto Ríos Labrada y Hannah Wittman, entre otrxs.
Tuve el privilegio de ser invitado por lxs organizadorxs, Raj Patel y Pilar Zazueta, para compartir la experiencia de la lucha argentina por la soberanía alimentaria desde la perspectiva que me dejó el Viaje por la Soberanía Alimentaria que realicé el año pasado por todo el país.
Al concluir la conferencia, tuve la oportunidad de mantener una interesantísima conversación con Raj Patel que acá tengo el gusto de compartir con ustedes.
Una versión sintética y magníficamente editada de esta entrevista fue publicada en el número 202 de la Revista Hecho en Buenos Aires, gracias a la generosidad de Patricia Merkin.
Agradezco los valiosos aportes y correcciones efectuadas a la versión original por Gabriela Ferrer.
MF: En un minuto ¿Cómo describirías el sistema alimentario global?
RP: Para empezar, es capitalista. Lo que significa que si tenés dinero, conseguís comer. Si tenés mucho dinero, llegás a comer bien –orgánico, local, sustentable- pero si, como la mayoría de la gente, te encontrás atrapado trabajando mucho tiempo y no conseguís el dinero para gastarlo “como un lujo” comiendo de manera sustentable, terminás atrapado en estos circuitos de comida barata, comida que es ultraprocesada, que explota a los trabajadores y al ambiente. Y, si no tenés dinero alguno, pasás hambre. Y la gente se encuentra muchas veces en las fronteras entre no tener dinero y tener sólo un poco, y por eso es posible tener, en la misma familia, un integrante desnutrido y otro con sobrepeso. Porque las falencias del sistema alimentario van desde la ausencia de comida hasta la presencia de comida obesogénica y dañina para la salud.
Hemos escuchado mucho sobre la necesidad de la transición de la mala nutrición a una mejor nutrición, pero eso es basura, porque estamos haciendo la transición a un sistema en el cual una minoría come muy bien mientras que la mayoría queda atrapada en estos caminos que la obligan a comer comida nociva a ellos y sus hijos, y tiene efectos inter-generacionales.
MF: En tu libro Obesos y Famélicos, describís el sistema alimentario como un reloj de arena e invitás a poner el foco en los actores que ocupan justo la parte más angosta. ¿Por qué?
RP: Sirve para entender cómo los alimentos circulan desde el campo a tu tenedor. Pensamos que el campesino le vende al transportista, y éste le vende a tu mercado local, y tu mercado local te vende a vos, que se trata de un intercambio corto en cada etapa de la cadena. Pero no. El mito del libre mercado es exactamente eso, un mito. Porque mientras tenemos cientos de millones de campesinos, y billones de consumidores, en realidad hay sólo un puñado de corporaciones en el medio. Y ellas controlan los mercados de modo oligopólico. No existe un libre mercado en la alimentación. Y ellas son las que moldean qué y cómo comemos. Entonces, si imaginás el cuello de botella e imaginás en la base a millones de campesinos, e imaginás allá lejos en lo más alto a nosotros, los billones de consumidores, entre aquéllos y nosotros encontramos a la industria alimentaria, los supermercados y los gigantes de la alimentación, entrelazando todo el sistema alimentario.
MF: ¿Cuáles creés que son las implicancias y consecuencias de las recientes fusiones entre Monsanto- Bayer, Syngenta- Chem China y Dow-Dupont?
RP: Tener esta idea del sistema alimentario como un reloj de arena te permite no sólo ver cómo luce el sistema alimentario ahora, sino también predecir cómo va a tender a ser. La idea de estas megafusiones es precisamente un signo de cómo estas organizaciones deben generar ganancias y lo hacen comprando sus caminos dentro de los gobiernos, consiguiendo que cambien las regulaciones de sus productos pero, más importante aún, logran esto concentrando poder de mercado en sus manos haciendo que no tengas opciones para encontrar diferentes tipos de semillas o maneras distintas de producir alimentos. Entonces están monopolizando no sólo qué se compra y qué se vende, sino también qué es posible comprar y qué es posible vender, y qué es posible conocer. Y creo que eso, particularmente en el campo de la agricultura industrial, es muy pero muy importante, porque la concentración de poder de estas empresas químicas y gigantes de pesticidas ocurre gracias a que penetran los gobiernos, las organizaciones filantrópicas y las Naciones Unidas para ofrecer a los pequeños campesinos “nuevas visiones” para la producción de diferentes cultivos. Y para que eso suceda tenés que destruir los conocimientos tradicionales, tenés que asumir que los campesinos son idiotas, tenés que convertir a los campesinos en estúpidos, y eso implica robarles la posibilidad de la experimentación y el conocimiento a través de leyes de semillas y a través de la química del suelo que es destruida cuando se aplican estos tóxicos. Entonces me parece horrible el crecimiento de estas corporaciones pero también es absolutamente previsible que sea así, porque el sistema alimentario está construido de esta manera. ¿Por qué esperás que sea diferente? No existe la agricultura de pequeña escala llevada a cabo por gigantes de la tecnología, sí, en cambio, tenés pequeñas start-ups compradas por estos gigantes, pero en general son organizaciones mundiales que construyen los mercados.
MF: ¿Creés que hemos llegado al punto en que estamos viviendo bajo una “corpocracia”?
RP: Creo que llegamos a ese punto en el siglo XV (risas). El término corpocracia no es uno que yo utilice pero en realidad, decimos que “estamos siendo gobernados por Monsanto”, que “estamos siendo gobernados por Bayer o Nestlé” y no sé si eso es del todo cierto. Aún desde el comienzo de las aventuras coloniales, aún antes que la Compañía Británica de Indias Occidentales o la Compañía Holandesa de Indias Occidentales en efecto gobernaran y administraran partes del mundo, ya había una relación muy importante entre los gobiernos, que ponían los financistas, que hacían que las fusiones sean posibles y que sostenían las guerras y aventuras coloniales y las corporaciones y las instituciones financieras que comenzaban a comprar y transformar lo que conocemos como “naturaleza”. Entonces esa regla siempre ha tenido tres partes: las instituciones financieras, los gobiernos y las corporaciones comprando y vendiendo los commodities. Se necesitan entre sí. Los gobiernos necesitan a los banqueros para financiar las guerras; los banqueros necesitan oportunidades de inversiones productivas; las empresas necesitan que los gobiernos les aseguren la naturaleza así ellas pueden ir y transformarla. Podés pensar que esto es “habladuría colonial”, que estamos en un mundo distinto, pero pensá lo que significa que podamos comprar y vender material genético. Acabamos de tener esta encantadora presentación sobre semillas. Y Liz Fitting nos estaba diciendo cómo a través de sucesivos tratados de derechos de obtentor los productores y los campesinos en particular ven sus conocimientos y semillas arrebatadas porque no están certificadas, no están “limpias”. Y esa idea misma de que las semillas son fronteras de ganancias tiene que ser inventada, debe haber una policía, tenés que tener una ley, tenés que tener Estados patrullando eso para que Monsanto pueda tener su “oportunidad de negocios”. Entonces podemos decir de algún modo que las corporaciones son hoy mucho más visibles y la verdad que no les importa mucho si sabemos si están a cargo o no, como tampoco le importaba a la Compañía Británica de Indias Occidentales, pero siempre ha existido esto de una manera u otra. Lo mismo en el Estado de Bienestar: los intereses del petróleo y la minería han sido centrales en la constelación de poder entre los gobiernos, el sector privado y la industria bancaria. Entonces en el sistema capitalista las empresas siempre han estado junto a los gobiernos y los banqueros. No es un fenómeno nuevo sino que estamos en todo caso en una nueva fase de él, pero hemos visto mucho de esto antes.
MF: El hecho de que Monsanto haya comprado recientemente a Seminis, la empresa de semillas orgánicas más importante de Estados Unidos y que empiece a presentarse a sí misma como una empresa que “ofrece soluciones” no sólo a los productores convencionales sino también a los productores orgánicos, y que, por ejemplo también, Walmart esté vendiendo cada vez más productos orgánicos, ¿cambia en algo el sistema alimentario?
RP: No, no lo hace. Aporta un poquito de “relaciones públicas”, un poquito de una especie de “sentir-mejor-corporativo”. Me acuerdo que había muchas personas trabajando en una compañía en San Francisco que se llama Climate.com (clima.com) y que, cuando fue comprada por Monsanto, muchas de ellas decidieron irse porque no querían seguir trabajando para Monsanto pese a que seguirían haciendo exactamente el mismo trabajo. Para hacer que los propios empleados de Monsanto se sientan un poco mejor consigo mismos esta es una de las estrategias que usan. En definitiva ¿qué significa orgánico? Si lo entendemos en el sentido en que acabamos de señalar significa aprobado y certificado por el Estado en formas particulares de modo que podamos continuar con los monocultivos y mantener intactos los canales de distribución del poder y de la oferta que son constitutivos del sistema alimentario moderno. Si comienzo a vender muñecos de peluche en mi negocio de venta de armas, ¿he cambiado la industria armamentística? Bueno, no realmente. Tengo muñecos de peluche y eso está buenísimo, pero sigo vendiendo armas, sigo teniendo todo lo demás del mismo modo. En algún punto estirar los límites de lo orgánico puede ser importante para los trabajadores que están en los campos porque los trabajadores rurales son los que están en la primera línea de exposición a los químicos. Entonces si el incremento de la producción orgánica significa que se contaminen y exploten menos los trabajadores, es una cosa buena. Pero desafortunadamente tenemos numerosos ejemplos de trabajadores involucrados en las cadenas de suministros de Walmart y los demás supermercados que son explotados, que, como decía Tom Philp en su conferencia de ayer, se encuentran en condiciones de “esclavitud moderna”. Entonces me gusta la idea de que abracemos lo orgánico, incluso en su forma más atenuada, como reconocimiento a la importancia de no envenenar a los trabajadores, pero creo que si somos serios en esto, y debemos serlo, entonces debemos pensar en la totalidad de las condiciones de los trabajadores, y esas condiciones están empeorando cada vez más debido a esta concentración de poder de mercado. Entonces sí, es mejor que Walmart esté vendiendo lechuga orgánica en vez de lechuga no orgánica, pero eso no dice mucho.
MF: Solés poner el foco en cómo la raza y el género atraviesan el sistema alimentario. ¿De qué maneras opera esa relación?
RP: Hay un artículo muy interesante en el Quarterly Journal of Economics que fue publicado hace tres o cuatro años sobre las mujeres y el arado. Advirtieron que en algunos países si formulás la pregunta: ¿Si los trabajos son escasos los hombres debieran tener un acceso prioritario a ellos? en Islandia sólo el 3,5% dijo que sí y en Egipto el 99%. Entonces ¿cómo obtenés esa diferencia entre seres humanos a la hora de decir que, si los trabajos son escasos, los hombres debieran tener acceso prioritario a ellos? Se dice que puede ser la religión, la disponibilidad de recursos en el país, pero lo que aparece como una constante es la presencia o ausencia del arado. ¿De qué manera contribuye el arado a moldear las actitudes de la sociedad hacia la mujer? Cuando vos introducís el arado en una sociedad (y lo mismo puede decirse de la agricultura industrial moderna) modificás los roles en el hogar, modificás las reglas de propiedad, ya que el arado funciona mejor en grandes extensiones de tierra que en pequeñas parcelas y cambiás los ritmos de a quién se le paga y a quién no. A los hombres se les paga y a las mujeres se las recluye en la casa para que se dediquen a la reproducción y la cocina. Y es interesante observar cómo la agricultura industrial capitalista moderna y sus tecnologías están todas entrelazadas por las relaciones de poder dentro del hogar. Y esto es algo que los movimientos sociales tienen muy presente. La Vía Campesina, ese maravilloso movimiento de 200 millones de campesinas y campesinos y trabajadores rurales, dice que la soberanía alimentaria es un medio para acabar con todas las formas de violencia contra las mujeres. ¿Por qué dicen eso? Porque no se trata sólo de la violencia doméstica, sino la violencia estructural y la explotación que es inherente al capitalismo a lo largo de su historia. Del mismo modo, cuando pensás en la raza, los orígenes de la agricultura industrial moderna a gran escala están basados en la esclavitud y el exterminio de los pueblos indígenas y luego la esclavitud de los africanos a través del colonialismo portugués en Brasil, por ejemplo. Así, para los Estados raza y naturaleza van de la mano y cuando ves la actitud de los Estados hacia los pueblos indígenas, siempre se los ve como atrasados, el término “técnico” en Indiapara referirse a ellos es “atrasados” y la idea de que la obligación del Estado es de cuidar a esta gente pobre, aniñada, y traerla al mundo moderno mostrándole cómo cultivar adecuadamente, cómo hablar correctamente y cómo hablar un lenguaje “maduro” como una lengua europea, estas ideas están insertas muy profundamente en el Estado desde el inicio mismo del Estado. Y nunca ha habido una deconstrucciónsuficiente sobre qué debería ser el Estado y cuál debería ser su relación con los pueblos indígenas fuera de las demandas de los propios pueblos indígenas. Entonces estamos viendo cierta transformación ahí. Pero esas historias de raza y trabajo son bien conocidas, como vos sabés, en Argentina y en América Latina, pero lo vemos en todo el mundo. En India, en China, no te tenés que ir muy lejos para ver esta polarización entre el Estado, por un lado, y los pueblos que pertenecen más a la “naturaleza” que a la “civilización humana”, por el otro.
MF: En todos tus años de trabajo ¿qué experiencias de soberanía alimentaria destacás?
RP: Creo que es un trabajo de cubrir parches. Y, bajo el capitalismo, eso es todo lo que puede ser por el momento. No hay ningún espacio que esté tan libre de capitalismo que permita obtener otra cosa. Ejemplos de reforma agraria: las grandes reformas agrarias encaradas desde el Estado, como las de Corea y Japón después de la Segunda GuerraMundial, fueron maravillosas para producir igualdad y para hacer posible la imaginación de diferentes maneras de habitar la tierra para la mayoría de la gente. Creo que ciertos ejemplos de reforma agraria y colectivización en China son muy interesantes porque permitieron el acceso y control de los campesinos sobre su propia tierra, eso fue hecho en los 80 con Deng pero luego sucedió que ese tipo de control fue importante. Me gusta lo que está pasando en Cuba alrededor de la agricultura urbana. Pero, como Miguel Altieri nos estaba diciendo en su conferencia, hay una gran preocupación porque los alimentos que estaban siendo cultivados de manera agroecológica para que la gente, por ejemplo en La Habana, pudiera comerlos ahora están alimentando la industria del turismo. La apertura de la economía es una gran preocupación porque puede llevar al fin de la soberanía alimentaria. La idea de la soberanía alimentaria alude a una comunidad que tiene control sobre su sistema alimentario. Cuando algunos campesinos deciden que no van a vender sus productos a la gente sino a los hoteles porque les pagan más dinero, eso elimina el control de la comunidad: es el fin de la soberanía alimentaria de una manera muy real. Pero también ves distintas maneras en que la gente puede ocupar tierras y cultivar comida. Detroit es un ejemplo muy interesante de esto a pesar de que ahora está sufriendo la gentrificación. Hay muchas granjas ahí donde las personas están encontrando distintas maneras de conectarse las unas con las otras. Entonces la Red de Soberanía Alimentaria Negra de Detroit es una experiencia muy interesante. Uno de los grupos con los que he tenido el privilegio de trabajar en Malawi es la “Iniciativa Suelos, Comida y Comunidades Saludables” que fue fundada por un grupo de personas de Malawi. Ester Lupafia es una de las lideresas de ahí, y también una de mis compañeras de escuela, la profesora e investigadora Rachel Besner. Y lo que hicieron fue abordar la agroecología y están produciendo más proteínas que antes al igual que el maíz que las comunidades necesitan para sobrevivir. Están abordando la cuestión del cambio climático pero también están pensando en la cuestión de la soberanía alimentaria. Si pensamos en acabar con todas las formas de violencia contra las mujeres, muchas veces no se reconoce que en las comunidades campesinas la violencia de género es tan aceptada como en tantos otros lados. Y abordar eso es parte de la lucha para lograr la igualdad en las comunidades de las zonas rurales. Y la organización que han montado es increíble. Han estado trabajando en enseñarles a los hombres a cocinar y alentando la igualdad dentro del hogar. Y lleva años por supuesto porque nosotros los varones nacemos y crecemos bajo el patriarcado. Y si bien, como varones, es fácil reconocerlo y reconocer la necesidad de eliminarlo, es difícil. Pero es mucho más difícil para las mujeres que deben sufrir esa desigualdad. Y han venido peleando y transformando esas relaciones entre hombres y mujeres. Y como resultado ves un increíble crecimiento en los niveles de bienestar de las familias. Ves gente que está comiendo mejor, menos niños malnutridos, mejores ingresos. Hay un rango de razones por las que podrías pensar que integrando agroecología por un lado, produciendo distintos alimentos de diferentes maneras y la soberanía alimentaria, por el otro, pensando en la distribución y en la política de otra manera, se pueden producir resultados increíbles.
MF: ¿Qué tan fuerte creés que es el poder de los consumidores?
RP: Creo que la idea del poder de los consumidores es muy peligrosa. Dejame hacer un prefacio a eso. Te acabo de llevar a una cooperativa y hemos comprado cosas que son “mejores para el mundo” que si hubiéramos ido a Walmart, pero eso no debería ser cómo nos pensamos a nosotros mismos. Sólo porque no has matado a alguien hoy no es razón suficiente para pensar que sos una buena persona. Tratar de vivir bajo estándares básicos de decencia es una vara muy baja para fijarnos a nosotros mismos. Si creemos que lo único que tenemos que hacer es comprar las cosas apropiadamente certificadas, aún de certificación participativa, si creemos que la liberación va a venir a través de un canasto de compras, nos limitamos a nosotros mismos y permitimos que la violencia capitalista continúe. Yo compro de comercio justo, estoy interesado en los esquemas de certificación participativa de los que me hablaste, pero esa no es la única manera a través de la cual somos moldeados por el sistema alimentario. Creo que es importante recordar eso. El sistema alimentario es más que una cadena de suministro, es también la creación de individuos, de personas que necesitan ser “expertos de nutrición”, neuróticos sobre su peso, preocupados por marcas y nutrientes en sus comidas. Y si nos vemos a nosotros mismos como estos individuos tan preocupados por esto, por nuestro cuerpo, entonces el sistema alimentario es uno, porque nos convierte en estos pequeños seres atomizados que sólo miramos nuestros ombligos y pensamos que la fuente de nuestro bienestar emana de nuestras billeteras. Pero si nos vemos a nosotros mismos como parte de una sociedad que es transformada por estas fuerzas del mercado, por estas corporaciones, por estos Estados, por estas instituciones financieras, entonces podemos empujar mucho más inteligentemente, mucho más abarcativamente. Y nos encontramos en una era en la que la gente está cansada de ser regida por corporaciones y han abrazado el nacionalismo. Y esa no es la manera de ir. Me acuerdo cuando estabaen la Organización Mundial del Comercio en los años 90 y a los economistas nacionalistas les gustaba lo que decíamos. Y nos decían “no nos gusta la Organización Mundial del Comercio tampoco”. Sin embargo, fuimos muy claros en poner una distancia entre ellos y nosotros. Porque ellos querían que la supremacía blanca fuera la única que rigiera los negocios. En cambio a nosotros no nos gusta la Organización Mundial del Comercio porque queremos una democracia real, derechos de las mujeres y de los pueblos indígenas. Esto es en lo que estamos en desacuerdo, y por lo cual no podemos trabajar juntos. Entonces esto pareciera que nos aleja de la pregunta sobre el poder del consumidor pero no lo hace. Tenemos que pensar nuestro poder de manera diferente y colectiva. Y ese carácter colectivo sí importa. Si pensamos el colectivo como gentilicio, como “los argentinos”, por ejemplo, ya estamos jodidos. Porque no creo que la idea de nación sea suficientemente robusta y generosa para ser capaz de llevarnos a ideas más ricas sobre cómo nuestros colectivos podrían ser. Por eso la idea de la soberanía alimentaria, con este componente de la igualdad de las mujeres, los pueblos indígenas, las personas de color, es una política muy diferente a la idea de “no estoy de acuerdo con tu liberalismo” y, en consecuencia, “vamos a ir hacia el fascismo”, “haciendo la Nación grande otra vez”, la sangre y el suelo, etc. Entonces el poder del consumidor es peligroso, pero también lo es el poder colectivo. Todo puede ser peligroso. Si no invertimos en imaginar nuestras comunidades de manera diferente quedaremos atascados en el capitalismo hasta que el mundo termine.
MF: Relacionado con las políticas de comercio internacional, y vinculado a lo que decías ayer en tu podcast, los movimientos por la soberanía alimentaria de algún modo celebraron cuando Trump decidió retirar a los Estados Unidos de las negociaciones por el Tratado Trans Pacífico (TPP), sobre todo a partir de los cuestionamientos a los derechos de propiedad intelectual en semillas y medicamentos, pero ¿qué viene ahora en términos de políticas de comercio y derechos de propiedad intelectual, porque tampoco se ve a una administración desvinculada de los intereses de las grandes corporaciones?
RP: Una de las grandes preocupaciones alrededor del TPP era el mecanismo de solución de controversias. Esto es un poco técnico pero debemos entenderlo bien. Cuando dos países tienen una disputa sobre sus prácticas de comercio, hay una corte de abogados que en general están en una puerta giratoria con las corporaciones involucradas en estas disputas. Y no son elegidos, son designados, de una manera muy opaca y de manera ad-hoc. Son ellos los que van a fallar si hay un caso que responder. Y el TPP iba a crear una nueva capa de estas cortes en las sombras. Pero aún las tenemos en la Organización Mundial del Comercio. Y la Organización Mundial del Comercio está muy feliz de decidir si en una disputa algo cuenta como “conocimiento” o “propiedad”, o no. Así que todo indica que las cosas van a seguir como estaban. Y en lo que concierne a Trump, creo que va a presionar por más tratados bilaterales. Eso no es nuevo. Después del fracaso del ALCA hubo una explosión de negociaciones bilaterales, particularmente por parte de Estados Unidos y la Unión Europea tratando de llegar a distintos países. Si vas a Bilaterals.org (bilaterales.org) vas a ver todos esos tratados. Y las adjudicaciones que prevén esos tratados son mucho más directas en cuanto al ejercicio del poder y no disimulan buscando abogados suyos que vayan a buscar un arreglo en su favor. No hay siquiera una pretensión de eso en los acuerdos bilaterales donde un Estado dice: “Yo soy más poderoso que vos y en consecuencia esto es lo que va a pasar”.
MF: Vos sos un investigador y un académico, y mencionaste al inicio de la entrevista que hay mucho dinero corporativo dando vueltas, financiando universidades, fundaciones, instituciones científicas, investigadores. ¿Cuál creés que debe ser el rol de lxs investigadores y académicxs en la lucha por la soberanía alimentaria? Y, en lo personal, ya que tocaste los intereses que tocaste, ¿has sufrido persecución o aislamiento académico por eso?
RP: Mi situación en la academia siempre ha sido muy incierta. No tengo un cargo efectivo en la Universidad, y no lo quiero. Porque veo lo que le pasa a mis amigos que están involucrados en este tipo de batallas y la energía para pelear contra la industria alimentaria queda muy limitada por la energía que deben gastar para pelear dentro de la academia. Soy lo suficientemente afortunado de haber encontrado una manera de vivirde mis publicaciones y charlas, que paga las cuentas de mis investigaciones y mi activismo. Y entonces no tengo que estar preocupado por si voy a ser perseguido en la academia. En ese sentido estoy a salvo. A pesar de eso, el año pasado, toda vez que trabajo en una institución pública (de lo que estoy muy orgulloso, por cierto), recibí una orden judicial para presentar todos mis correos electrónicos de alguien que quería conocer mis conexiones con el lobby del comercio orgánico en Estados Unidos. Y Texas tiene un estándar muy generoso para permitir que los correos electrónicos de los empleados públicos puedan ser vistos por los ciudadanos. Y eso sucede porque tenemos tanta corrupción acá en Texas que hubo una legislación muy fuerte sobre qué debe ser compartido. Desafortunadamente, eso implica que la libertad académica no es muy respetada acá y todo está abierto a una investigación. Así que todos mis correos electrónicos fueron sometidos a una búsqueda y publicación lo cual es, en un sentido, el precio que pagás. Pero estoy contento igual porque ese mecanismo permitió descubrir que otros profesores de otras universidades estaban siendo pagados por Monsanto. Además, al final no consiguieron nada, porque todo lo que hago lo hago público de todas formas. Estoy muy feliz de poder decir que Monsanto es malvada y si recibo dinero para hacer un podcast en una convención de productos orgánicos, la situación es clara y nadie se sorprende porque lo hago público. Esta es la manera en que me conduzco a diferencia de la forma en que el sector privado compra la academia. Pero, para responder a tu pregunta más profunda sobre el rol que le cabe a los investigadores y académicos, creo que es honrar ese privilegio trabajando para (y con) los movimientos que realmente están cambiando las cosas. Entonces estoy muy predispuesto a recibir una instrucción de un movimiento como La Via Campesina, de modo que el trabajo que yo haga apoya al que ellos hacen. El proceso de aprendizaje (y todavía queda tanto por recorrer para hacerlo bien) se trata de hacerlo un “poquito menos peor” cada vez. Creo que lo más importante es rendir cuentas. Ser un académico es estar en una posición de privilegio, y tenés que rendir cuentas por ello. Es la gente la que tiene que tener la posibilidad de decirte que estás equivocado, y no tu decano. Descubrir quién es esa gente, y cómo pueden decirte que te equivocaste, y que eso no es lo que ellos necesitan, creo que es la manera en la que los académicos debiéramos relacionarnos con aquéllos que no tienen ese privilegio. Esa creo que es la manera de salir adelante.
MF: Ayer conversábamos también sobre la disminución, casi global, en el consumo de frutas y verduras y, paralelo a eso, el incremento en el consumo de productos ultraprocesados. ¿Vos considerás que los productos ultraprocesados están diseñados específicamente para ser adictivos? ¿Creés que las leches de fórmula están diseñadas para contener los mismos ingredientes que los productos ultraprocesados para que los niños se familiaricen lo antes posible con esos ingredientes de modo que las empresas puedan “fidelizarlos” como consumidores de por vida?
RP: El marketing y la publicidad dirigida a los niños está absolutamente e intencionalmente diseñada para engancharlos a ciertas maneras de pensar y desear la comida, y desear determinado tipo de comida. Absolutamente. Hay evidencia abundante de cómo las corporaciones han usado a los niños, y han peleado por su atención y sus deseos, la Cajita Feliz es un ejemplo de eso. En términos de adicción, es un interrogante abierto cuándo fue que las compañías cerealeras y la industria alimentaria supieron que el azúcar era adictiva. La evidencia aún está en el aire oficialmente, aunque extraoficialmente ya hay estudios. Si pensás en el Camello Joe o en Ronald Mc Donald, solía ser que eran el plato fuerte en la televisión de los sábados a la mañana. Y la industria alimentaria necesita nuevos consumidores, necesita modelar sus preferencias. Y los billones de dólares que gastan cada año en alterar las mentes de los niños y sus percepciones habla de la urgencia con la que quieren controlar este nuevo mercado. Entonces, como dije, está cada vez más claro que el azúcar es adictiva y que las cantidades recomendadas diarias debieran disminuir al 2 o 3 % por el impacto, por ejemplo, en la salud bucal, pero la industria presiona por el 20%. Entonces, una vez más, se trata de ellos cambiando los productos y cambiando qué cuenta como saludable y correcto, y usando a los niños, y los ojos de los niños, para lograr su objetivo.
MF: Si tuvieras que aconsejar a los lectores cinco cosas que pueden hacer, desde su posición, para contribuir al cambio del sistema alimentario, ¿cuáles serían?
RP: Sería: “organicen, organicen, organicen, organicen, organicen”. Creo que todos hemos sentido esto de “soy sólo una persona, ¿qué puedo hacer?”. Y ese sentimiento, esa afirmación, es una profecía autocumplida. Porque si pensás que sos sólo una persona, es cierto que es muy poco lo que podés hacer. Sí, podés comprar orgánico y en los marcados de productores y todo el resto. Pero si te encerrás en una caja de esa manera vas derecho al fracaso. Por eso promuevo la organización. Cuando organizás tenés que evaluar dónde estás, qué es posible y qué te mueve. Entonces si te motiva particularmente la epidemia global de obesidad y diabetes infantil, por ejemplo, ¿entonces por qué no empezar a trabajar por la prohibición de la publicidad infantil? Y no sólo el programa negativo, sino también el programa positivo, tratando de llevar alimentos nutritivos a las escuelas. De nuevo, ése es sólo el primer paso. Porque las investigaciones revelan que es genial tener toda esta comida saludable en las escuelas, pero las interacciones alimentarias más importantes ocurren a la noche y durante los fines de semana y vacaciones, entonces si los padres son pobres no hay mucho que puedan hacer cuando sus hijos no están en la escuela. Entonces tenemos que pensar en subir los salarios, en las luchas sobre el trabajo y el empleo, en los derechos de las mujeres, por ejemplo. Hay grandes batallas pero la organización como la que ha encarado el Movimiento de los Trabajadores sin Tierras (MST) de Brasil de pelear en tantos frentes al mismo tiempo significa que no sos una sola persona, que sos muchas, y que podés hacer todo. Podés dar pelea al gobierno, a las corporaciones, a los banqueros. Y esa es una increíble posición de poder en la que estar. Descubrir dónde en tu barrio es que el cambio puede suceder, y encontrar gente que piense como vos, es el inicio. Entonces la pregunta es: sí, muy bien esto de “organizar, organizar, etc” pero ¿por dónde empezamos? Hay un excelente grupo en Detroit que se llama “Cociná, comé, hablá” y cada semana tienen una comida que es la favorita de las personas que se sientan alrededor de la mesa, amigos y extraños por igual. Y comen juntas y hablan sobre los problemas que quieren solucionar. Y esa es una de las cosas más maravillosas de estar involucrado con la comida y con el sistema alimentario. Porque mientras quienes combaten el cambio climático tienen un tiempo difícil, pueden tomar una noticia mala cada día y saber que sólo va a ser cada vez peor, en el sistema alimentario tres veces al día, lográs celebrar y obtener placer y felicidad. Y una de las cosas que el sistema alimentario hace es hacernos consumidores individuales de placer. Pero pensá en la mejor comida que tuviste. Fue siempre con alguien más. Siempre había otras personas ahí. La mejor comida que experimentaste ha sido siempre colectiva. Y en la medida en que podamos magnificar eso y entender que no somos “agentes de miseria” sino “agentes de felicidad y justicia”, y esas dos cosas van de la mano, entonces no creo que sea “debo hacer esto o aquello”, o “sentirme culpable porque no estoy haciendo aquello”. Es más bien reconocer que este placer necesita ser democratizado, y hacerlo. Y así es como vivimos y actuamos.
MF: Vos asesoraste al Relator Especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación Olivier De Schutter. ¿Cuál creés que es o ha sido el impacto de su trabajo?
RP: Creo que ha servido para aportar legitimidad autorizada y muy bien documentada al trabajo que están haciendo los movimientos sociales. En consecuencia, provee cobertura. Cuanto mejor documentados, y más aceptables en el campo liberal, esos hallazgos son mejores. Entonces el trabajo de Jean Ziegler, Olivier De Schutter y Hilal Elver, si puede acompañar el trabajo de los movimientos, y crear espacios para ellos, es vital. La preocupación es que cuanto mejor hacen ese trabajo más van a ser marginalizados, entonces es muy difícil lograr ese equilibrio entre encontrar ese espacio y defenderlo de una manera que sea permanente o, por lo menos, expansiva.
MF: En el mismo sentido, ¿tuviste oportunidad de leer la encíclica del Papa Francisco Laudato Si? ¿Qué podés comentar al respecto?
RP: Hay mucho material ahí para enjuiciar al capitalismo de un modo extensivo. No soy católico pero el lugar del que proviene en términos de justicia social es increíblemente útil, y está aportando ese nivel de cobertura también, así que lo celebro.
MF: Para terminar. Estás trabajando en tu documental “Generation Food Project” ¿qué mensaje querés transmitir a partir de este trabajo?
RP: La razón para trabajar en un documental es que al leer las cosas que he escrito hasta ahora la gente me dice “todo es tan miserable, ¿qué vamos a hacer?”. Y trato de decir: debemos organizarnos, debemos hacer esto, debemos hacer aquello y la gente dice “no, eso es muy difícil. Entonces el propósito de la película es mostrar cómo la gente ya se está organizando. Y cómo se ve esa organización, y cuáles son sus victorias. Va a haber un libro, va a haber una película pero vas a poder verlos y compartirlos desde tuteléfono porque esta es la manera en la que la mayoría de la gente accede a la información hoy. El trabajo de alguien como yo no es sólo decir “acá está el libro”, “acá está el documental”, andá y usalo, sino convertirlos en armas, y ese es el objetivo de este proyecto.
* Raj Patel (Londres, Inglaterra, 1972) es profesor universitario, activista y escritor. Nacido en una familia hindú, se graduó en Política, Filosofía y Economía en Oxford, obtuvo una Maestría en la Escuela de Economía de Londres y se doctoró en Sociología del Desarrollo en la Universidad de Cornell. Es el autor, entre otras obras, del libro Obesos y Famélicos. Globalización, hambre y negocios en el nuevo sistema alimentario mundial (Marea Editorial, Buenos Aires, 2008). Actualmente es Profesor Investigador de la Facultad de Asuntos Públicos de la Universidad de Austin.