jueves, 18 de febrero de 2016

¿Diálogos con el modelo sojero?

El pueblo de Laguna Alsina (también conocido como Bonifacio), ubicado en el partido de Guamini de la Provincia de Buenos Aires alberga, según el censo de 2010, a 2524 personas.
No sé si entre ellas se encuentra quien nació en estas tierras y luego emigró hacia Buenos Aires para convertirse, entre otras cosas, en mi compañero de facultad, amigo, conviviente durante cuatro años y hermano de la vida: Jorge Alberto Luengo, conocido por todos cariñosamente como "Pelu".
Quienes sí están dentro de esa estadística son su mamá Ana María y su abuela Elsa, conocidas, respectivamente, como Mamina y Mami.
Mamina y Mami me recibieron, una vez más, como a un hijo y nieto en su casa, en la cual trabajan, como soldaditas, desde que sale el sol hasta que se esconde (con la pausa obligada de la siesta, claro está). Pelu no estuvo esta vez conmigo pero me dejó una emotiva carta animando mi proyecto y el "Che Filardi de la Revolución Alimentaria" que me acompaña en el viaje desde entonces.  
El motivo de mi visita a Bonifacio esta vez, sin embargo, era distinto a las anteriores: quería conocer las producciones alimentarias de la zona. 
Y el hermano de Pelu, Carlitos, aceptó ser mi guía esos días, cosa que valoro mucho no sólo porque es una persona muy ocupada sino porque pensamos muy distinto en estos temas, los dos lo sabemos, y eso no nos impide intercambiar ideas, discutir y polemizar.
Dicho ello, Carlitos es un representante, tributario y beneficiario del modelo sojero que tanto vilipendio: es ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de La Pampa, dueño de una empresa de "todo para el agro" (la única que, según sus dichos, "si queres 20 litros de glifosato ya te los da"), miembro de la Regional de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID), tiene silos y un depósito de agrotóxicos dentro del ejido urbano, alquila campos en los que produce soja transgénica, es propietario de un mosquito fumigador y está desarrollando una planta de aceite de soja también dentro del ejido urbano.
Todas esas actividades le demandan mucho tiempo y trabajo. Además, con el desembarco de pooles de siembra y la concentración económica que se dio en los últimos años en Bonifacio perdió muchos clientes en la zona y debió salir a buscar mercados en otros lados, por lo que frecuentemente tiene que viajar con su camioneta a distintas localidades de la Provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa (a tal punto que hoy el 80% de su trabajo es fuera de Bonifacio). Su teléfono celular no para de sonar y desde el teléfono o cuando está en el local responde consultas, asesora y prescribe dosis de fumigaciones.
Carlitos, podríamos decir, es un defensor del modelo de agronegocios sojero: como miembro de AAPRESID, está convencido que la siembra directa implicó una revolución productiva ya que permitió dejar atrás la "destrucción física del suelo que generaba el arado". Considera que el glifosato es menos tóxico que el paquete de agrotóxicos que se usaban antes. Pero que "muchos pensaron que era mágico" y que con solo aumentar la cantidad habrían de resolver el problema de las malezas. Ahora "muchos productores se dan cuenta que el problema de las malezas no se resuelve solo echando más de lo mismo" sino con nuevas combinaciones, por lo que el rol del asesor técnico, del ingeniero agrónomo, vuelve a ser no sólo importante, sino indispensable. Cuando cuestioné que el depósito de agrotóxicos estuviera dentro del ejido urbano (cosa que muchas ordenanzas municipales, pero no aquí, prohíben), me dijo que si lo obligaran a trasladar el depósito fuera del ejido urbano, directamente se desprendería del negocio de venta de agroquimicos (Carlitos no habla de "agrotóxicos" sino de "agroquimicos" conmigo y de "fitosanitarios" frente a terceros) porque no estaría garantizada la seguridad de la mercadería. Cuando cuestioné que los silos estuvieran dentro del ejido urbano (cosa que muchas ordenanzas municipales, pero no aquí, prohíben), me replicó que el tema no se resuelve con el establecimiento normativo de distancias mínimas sino con el cuidado a la hora de manipular los granos: si el viento sopla en dirección al pueblo directamente se espera a que el viento cambie. 
En el local de Carlitos no se ven carteles de las grandes empresas multinacionales proveedoras del paquete tecnológico. Su principal proveedora es la firma Nitrap (inoculantes, curasemillas, fungicidas, coadyuvantes, humectantes e insecticidas), la cual le provee no sólo los insumos que aconseja comprar, sino también la remera que usa con el logo de la marca y un "apoyo al deporte" a través del esponsoreo del automóvil de la fórmula Renault en la que corre. Las empresas proveedoras de insumos agropecuarios, tanto nacionales como multinacionales, se manejan, en este sentido, de manera muy parecida a los laboratorios farmacéuticos o empresas alimentarias: retribuyen el volumen de facturación de los asesores técnicos con viajes o dinero (un productor de Urdampilleta, un pueblo cercano, me contó cómo Bayer invitó a sus mejores clientes, ingenieros agrónomos todos, al mundial de fútbol de Alemania, en agradecimiento a sus servicios).
Actualmente trabaja con distintas variedades de soja del Semillero Santa Rosa con las cuales se logran rindes de hasta 5000 kg. Cuando le pregunté sobre la soja RR 2 Intacta Pro de Monsanto, me dijo que, a pesar de que es espectacular la semilla ("parecen de plástico, dijo"), los productores la rechazan porque "no quieren ser socios de Monsanto". 
A pesar de ser un nodo dentro de la compleja trama de los agronegocios, Carlitos admite que algunas críticas al modelo son fundadas. Admite que el sistema de arrendamientos contribuye a la erosión de los suelos: "si vos plantas soja, y luego soja, y luego soja, no hay suelo que aguante". De hecho, me llevó a ver un campo que está tratando de recuperar que, tras varias campañas de soja, lucía un suelo desnudo y arenoso. Y, para comparar, otro con el rastrojo de la siembra directa y un cultivo de cobertura donde el nivel de agregado del suelo era mucho mayor. Todos "saben que hay que rotar y recién ahora empiezan a verse cláusulas de rotación en los contratos". Admite también que los fertilizantes químicos no son la solución, y vende fertilizantes orgánicos. Pero, agrega, "cuando le digo al productor que el químico sale u$s13 y el orgánico u$s 18, en general se llevan el químico". 
Admite también que cuando los ingenieros agrónomos "mucho abarcan, poco aprietan" y, en vez de hacer lo que tienen que hacer - "monitorear" el campo para ver malezas, insectos u hongos- terminan "prescribiendo por teléfono" o recurriendo a un sistema de "fumigaciones programadas". Respecto de las consecuencias en la salud y en el ambiente de las fumigaciones que apunté, dijo que todo se reduce a las consabidas "buenas prácticas agrícolas" (BPA), esto es, que la culpa no es del sistema ni de los grandes de la química, sino del último eslabón de la cadena, el pobre aplicador. Y agregó que detrás de muchas de las críticas hay una envidia histórica pero encubierta a los dueños de los campos ya que la "gente que se queja de las fumigaciones es la misma que luego sale a pedirlas a gritos cuando hay mosquitos y nadie dice que los productos que se usan son igual o más tóxicos" (este era el principal tema de conversación esos días en Bonifacio, y esto que era previo a la supuesta "pandemia" de dengue, zika y chicunguya).
Con relación a lo que Carlitos llama "demonizacion de la soja", dice que "la culpa no la tiene el cultivo". Plantea la necesidad de un diálogo entre los productores y los que llama "ambientalistas" porque "el modelo no va a desaparecer" por lo que habrá que ver de qué manera se mejorará el modelo o se gestionará la coexistencia.
Admite, finalmente, que "si el desafío de la generación anterior era evitar la destrucción física de los suelos", el de la nuestra es "evitar la destrucción química".  
En las horas que compartimos, por momentos me dio la sensación que Carlitos, sabiendo lo que pienso, se esforzaba por ser políticamente correcto conmigo, no cediendo un ápice en sus posiciones pero acercándose todo lo posible. Una pequeña anécdota ilustra el punto. En un momento de la conversación le pregunté si los mosquitos circulaban dentro de la ciudad y me dijo que no. A la nochecita se encontró con su aplicador que estaba junto al mosquito a la vera de la ruta. Me alejé para orinar y pude escuchar que Carlitos le decía la ruta que debía tomar para ir al campo a fumigar, circunvalando el pueblo por fuera. La respuesta fresca, espontánea, del aplicador fue: ¿por qué Carlitos si siempre vamos por acá? (señalando la calle que cruza el pueblo). 
Todo diálogo sirve para acercar posiciones. No sé si nos hemos acercado mucho. A mí me sirvió conocer la perspectiva de un ingeniero agrónomo, productor y vendedor de insumos como Carlitos (que es, en líneas generales, compartida por la mayoría de los que están en su posición). Y a él, espero, para, quizás, tal vez, repasar o repensar algunas de sus prácticas o intervenciones. 


Soja de suelo desnudo y arenoso tras varias campañas sucesivas de soja. "La soja se lleva todo"


Soja de suelo con cultivo de cobertura y siembra directa.


Con Mami y Mamina, las "soldaditas" (y rellenito por todo lo que me dieron de comer)


El "Che Filardi de la Revolución Alimentaria", regalo de mi hermano Pelu.


2 comentarios:

  1. Hola ¡¡¡Che Filardi!!! ¿esta viene a ser la "contranota" que tuviste con nosotros en Rojas? debés de haber estado complicado con Carlitos...
    le faltó contar los regalos a los cabaret a los Ing. de la multinacionales....

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  2. me gustó mucho el regalo de "Che Filardi"!

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